Hoy publica El País que un grupo de monjas hace ruta todas las semanas por clubs de alterne, carreteras, cortijos y pisos de Almería donde se ejerce la prostitución. Son adoratrices y oblatas que hace años que no se ponen el hábito y viajan en una furgoneta en la que, a veces, se producen milagros. En la parte trasera de ese vehículo, habilitada como un pequeño salón en el que las religiosas reparten café y preservativos, se han transformado vidas enteras; las de decenas de mujeres obligadas a vender su cuerpo por redes mafiosas o por pura desesperación. La ruta termina en una casa de acogida cuyo domicilio es confidencial, por seguridad.



Creo que en ocasiones,nos perdemos en laberintos que parecen no tener salida,
y aunque todas las salidas y respuestas están en uno mismo,la oscuridad nos impide ver.
Gritamos en silencio y hay oídos muy sensibles que oyen y responden.
Nadie nos va a salvar de nosotros mismos,pero cuando nos miramos en el espejo de la compasión,
algo de nuestro ser original nos es recordado.
Gea